Introducción

Confieso que su recuerdo todavía me acompaña. Aún me envuelve, dejando tan sólo el aroma de los buenos momentos; los malos momentos, que también fueron muchos, se han suavizado en una nube tenue que ya no genera dolor. Sólo queda la memoria del placer y de lo que de ella aprendí.

Fue, no me cabe duda, una relación apasionada. Me fascinaba su personalidad, su forma de hacer las cosas, la intensidad que manifestaba en todos sus actos. Me cautivó desde que la conocí. No podía dejar de pensar en ella. Me absorbía la energía y el pensamiento. Sin embargo, a veces me exasperaba pensar que, prácticamente, mi mundo se reducía a ella.

Han pasado varios años y no he vuelto a sentir lo mismo por otra, a pesar de que lo deseo tanto... Empezó siendo una relación más, pero al poco tiempo consiguió que me olvidara de las otras y que sólo pensara en ella.

No éramos felices siempre, pero cada minuto que pasé con ella era una sensación única, plena de sensaciones. A veces no dormía bien por su culpa y otras me sentía tan frustrado como un niño pequeño. Dejaba una vibrante estela cuando me alejaba de ella y un golpe de emoción me sacudía cuando estaba con ella.

Su ambición era mi ambición, y aunque ella nunca se sentía satisfecha del todo conmigo, yo tampoco con ella, porque siempre había algo que deseaba de ella y no llegaba a obtener del todo.

Nunca. Nunca he vuelto a dar más de mí mismo. Nunca me importó si la recompensa era suficiente porque ella lo llenaba todo. Fue una época plena de estímulos, de ilusiones, de pasión. En los malos momentos había gente que me decía que la dejase, que podía ser perniciosa para mí. Pero yo era incapaz de escuchar y, en cambio, hacía todo lo posible para que ella estuviese satisfecha conmigo.

Así, en resumidas cuentas, era mi relación con ella. Pero no quiero mantenerles en el equívoco: ella era una empresa para la que trabajé. Una empresa, como hay algunas otras, en las que se experimentan sensaciones muy parecidas a las de una intensa relación amorosa. Son empresas dotadas de cualidades que les sirven para conectar con las personas y, posteriormente, obtener de ellas los objetivos que se marcan. Empresas que han sabido entender que, por encima de todo, clientes, empleados, accionistas y proveedores son personas. Y actúan en consecuencia.

Es el tipo de empresa que acude a cualidades y técnicas tan humanas y tan poco institucionales como la sensualidad y la seducción. Voy a hablar de ella, de la Empresa Sensual, de sus características y de sus técnicas. De cómo consiguen llegar al alma de las personas y de cómo las conquistan, a veces para siempre. Para ello, les voy a identificar ejemplos concretos, que ilustrarán lo que, intuyo, será la tendencia empresarial del siglo XXI. Les voy a proponer, si me lo permiten, técnicas que harán que sus clientes y sus empleados caigan a sus pies y que los inversionistas estén pendientes de lo que hacen...

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